Trabajas en informática en una compañía de seguros. No es precisamente el trabajo más emocionante, pero disfrutas de los retos que implica. Últimamente, sin embargo, la rutina de la vida en un cubículo te ha ido desgastando, y no dejas de soñar con unas vacaciones. Has estado acumulando puntos en tus tarjetas de crédito desde hace lo que parece una eternidad. Ahora solo necesitas averiguar cómo usarlos de la mejor manera para sacarles el máximo provecho y poder reservar el descanso que tanto necesitas.

Estás en tu cubículo gris de la oficina, con una actitud cansada mientras miras la pantalla. En tu ordenador tienes varias webs de vacaciones abiertas y estás completamente perdido sobre qué recompensas te darán realmente la mejor oferta. Te recuestas en la silla, abrumado, haciendo un gesto de agotamiento.

Sacas el móvil y exploras la aplicación para ver si tienes alguna recompensa acumulada por las compras de tus tarjetas. Mientras navegas tu expresión va cambiando poco a poco: de duda a una curiosidad creciente. De repente, encuentras una oferta y, en mitad del pasillo, se abre un portal mágico con forma de puerta de embarque de aeropuerto. (SIN SOBREACTUAR, CON NATURALIDAD)

Te levantas, sorprendido, y caminas hacia el portal con una mezcla de asombro e interés.

Avanzas hacia el portal con asombro y, al cruzarlo, apareces en un pasillo suavemente iluminado dentro de un avión. Contigo llevas una maleta de ruedas. Con una actitud ya más confiada, te acomodas en tu asiento. Una azafata se acerca y te ofrece una copa de champán junto a una bandeja impecable de aperitivos. Tomas la copa, sonríes y diriges la mirada hacia la ventanilla, disfrutando del momento.