Trabajas como enfermero/a en la UCI y desde fuera tu vida parece perfectamente controlada: todo en su sitio, cada tarea planificada, cada detalle medido. Las hojas de cálculo y el papeleo de las tarjetas de crédito son tu manera de mantener cierta sensación de orden y control, con la esperanza de algún día disfrutar de un buen viaje.
Pero la realidad es otra: cada nueva tarjeta complica más tu, y empieza a sentirse agotado/a y desbordado/a, con la frustración de ver cómo el valor que ya habias ganado caduca y lo pierdes. Esa obsesión por tenerlo todo bajo control se refleja en tu comportamiento: eres meticuloso/a, precavido/a, y muchas veces tomas decisiones más por rutina que por deseo.

Estás en tu casa en un día lluvioso, sentada en la larga mesa del comedor que también funciona como tu espacio de trabajo. El portátil está abierto mientras buscas una nueva cafetera, y una hoja de cálculo de Excel llena de recompensas de tarjetas te mira fijamente. Papeles, sobres y notas están esparcidos por toda la mesa. Te recuestas, abrumada.

Sacas el móvil y exploras la aplicación para ver si tienes alguna recompensa por las compras con tus tarjetas. Mientras navegas, tu expresión cambia poco a poco: de duda a una curiosidad creciente, hasta que recibes una notificación sobre una oferta de 300 euros de crédito de un hotel a punto de expirar.

Tu actitud cambia a sorpresa y curiosidad (SIN SOBREACTUAR, CON NATURALIDAD) De repente, se abre un portal mágico con la forma de la entrada lujosa de un hotel que aparece de la nada. Caminas hacia él con una mezcla de interés y asombro.

Avanzas hacia el portal con asombro y, al cruzarlo, apareces en una suite de hotel lujoso. Tu actitud es relajada y placentera. En una mesita, encuentras un delicado espresso italiano como regalo de bienvenida. Coges la taza, y te sientas en la cama disfrutando cada instante de esta experiencia con una expresión de satisfacción plena y orgullo.